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¡Quién como Tú Señor! El Sol llega a mi corazón La Voz en el desierto En la plaza del templo Tu Luz llena mi vida |
En la vida de San Francisco de Asís, trato de intuir el sentido de una realidad, quizás poco comprensible para muchos cristianos; al poder intuir la Vivencias de Francisco, veo la importancia de sus pasos por la tierra, aún aquellos que parecían perdidos y casi sin rumbo; hasta deseo ver su proyecto en mi persona, en el camino que es del Señor; pues, si mi vida está en sus manos por lo nuevo que viene, casi no me atrevo a expresarlo, y lo guardo en la profundidad de mi corazón.
Es que debí escribir la vida de San Francisco para poder comprender mi vida a la luz del Señor; debí hablar de él, en nuestro tiempo, para vivir lo mío que es del Señor, tan particular, misterioso, profundo; la imagen de Francisco se plasma en medio de la luz del Señor; pero su vida es como descender a la oscuridad, en el camino de la Gracia; y sólo el Señor lo tiene claro plenamente, mientras que el ser humano sigue recibiendo como unas ráfagas de luz; si bien, la luz es fuerte e impacta, el iluminado se queda como un ciego, hasta que se despierte para poder caminar en medio de la luz, por un tiempo más.
Luego vuelven dudas y oscuridades aún más profundas y así, hasta el final; no obstante, todo el futuro ya está en la Luz del Señor; y Él nos resguarda en los últimos instantes para poder irnos en paz, al pasar como por la frontera de este mundo, a los espacios más claros; como el Señor me anima a expresarlo, Él me calma cuando lo hago; es que se proyecta aún, su Luz en los hermanos, por lo que tiene que ver con nuestra humilde presencia en el mundo del Señor.
¿Y por qué vuelvo a hablar de la misión que el Señor ha puesto en mi vida y en nuestras vidas? es que llega la luz en abundancia, una paz que nos supera; como el Señor llega a mi vida, aún presiento que Él mismo, por medio de la Luz que viene de Él, me inspira; es tan así, que cada día me despierto con lo nuevo; aún, en mi mente y en mi corazón renacen las vivencias como no esperadas, que dan como nuevos giros que me asombran como a un niño que recibe regalos; pero ya nos son para mí, entonces los entrego a mis hermanos.