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La Transformación Plena La Gracia del Perdón La Paz del Señor La plena Luz Unidos en Jesucristo El año del Padre |
Es como un intento; es que me detengo en los espacios por donde caminé; es el modo de ver lo que he vivenciado; luego de escribir del Evangelio, contemplo los pequeños rastros de las Vivencias que no vuelven; pues, si plasmo sobre la Vida, la realidad deja de ser la misma, hoy, hasta sería como agitar el agua que se aquieta allanando los rasgos de los esfuerzos.
En el año 1999, volví a releer mis escritos de aquellos nueve años; ya no me parecían iguales ni yo igual para ellos; ya no volvería narrar las vivencias del mismo modo, no hablaría de la paz, del mismo modo, ni del amor ni de la luz; aún Jesús renace diferente para mí, y creo que yo distinto para Él; eso quizás, me dice que estamos en medio de la Gracia de los Cielos, que es inmensa; es la que nos llega, nos socorre y nos enfrenta; pues, la Gracia viene profundizando su actitud en medio de la Vida, aún en medio de las crisis que nos agotan; aún me parecía por aquel año 1999, que con los escritos que resumían el tiempo anterior, se podrían saldar las distancias, para saber decirme dónde estuve, por algún tiempo, en los años del paso; a la vez, los dos mil años se venían como una bisagra, donde se cierra la puerta; y la abrimos una vez más, para empezar lo nuevo, como partiendo a lo más nuevo aún; pero estamos del otro lado de la puerta; son las sensaciones que me llegan de aquellos años; si la vivencio, aún se quedan como perdidas, pues, están en medio de otras Vivencias que siguen transformándose, al entrar en el Gran Movimiento de la Vida; pero la Vida viene aún, de otras dimensiones.
Al publicar lo que encierra la primera parte que se titula; LA BUENA NUEVA – El Evangelio, voy acelerando mi paso; es que, desde un tiempo, he querido llegar cuanto antes, a las Vivencias que me llegan; los textos serían como un equipaje, en el Camino; son como una pequeña historia de lo que pasa; luego, ya no es hoy; ojalá, lo que he escrito, siga creciendo para ponerse a la altura de la luz de los Cielos; y que llegue a nuestra Tierra, pues, se plasma en el Camino del Señor.

