La Palabra y la Vida

El Espíritu del Señor está sobre mí
El poder de la Palabra
LLevar la obra a la plenitud
Un solo Espíritu, un solo Cuerpo
El tiempo del Espíritu
El Hijo del Hombre
La conciencia de Cristo
El Reino de los Cielos
Un nuevo Cielo, una nueva Tierra
Memoria de los oprimidos
El Pueblo iba muriéndose

La Palabra es la que inicia el gran movimiento de la Vida; ya está en la misma Creación. En el caso de Jesús, Él lleva la Vida de los Cielos; cada Palabra suya viene como una Nueva Creación; es que surge del Espíritu, recrea al Hombre y al Mundo del Señor; luego, hay que esperar los tiempos y las circunstancias; hay que recorrer los caminos y sucesos, hasta que la Realidad logre su fin pleno; no importan los tiempos ni siglos, ni milenios, pues ya está claro que la Palabra del Señor no vuelve estéril a los Cielos. A propósito de esa frase, en la piedra del ambón en la Iglesia Catedral de Santa Rosa, La Pampa, vi grabado el mensaje del profeta Isaías 55,11; es como testimonio para los tiempos venideros, pues si la Palabra del Señor se graba en el corazón, inicia el camino a la Plenitud de la Vida; luego del tiempo, que podría ser tormentoso y largo, la Vida lograría su Plenitud; ése es el Mensaje de la Esperanza para el Hombre Nuevo, para la Nueva Humanidad. A las reflexiones que escribo, que vienen como del Cenáculo, no las consideren acabadas, pues no lo son ni siquiera para mí mismo; son como una pequeña puerta de la casa, o una ventana; apenas se abren para que entre la Luz que esperamos en nuestros tiempos; y como el Señor nos conduce por distintos caminos, seguimos abriéndonos para recibir su Luz; así podrán respirar los corazones, al crecer en medio de la Gracia Divina. Creo que el Evangelio está como abriéndose ante nuestros ojos y ante los corazones; como si el Señor esperase hasta nuestros días, como si nuestro tiempo y las vidas estuviesen aún más apropiadas para poder recibirlo hoy, aún más pleno, más del Señor. Hoy, la lectura de la Palabra nos lleva a las Vivencias cada vez más profundas, del Señor, pues se abren los corazones desde su pobreza, pero aún más, desde su grandeza que nos viene de los Cielos; se nos abre el Evangelio ante nuestros ojos, ante todo, la parte que tiene que ver con el Cenáculo; por alguna razón, Jesús quiso asegurarse de que los discípulos continuasen en su memoria; fue como asegurarse para otros tiempos, aún más propicios para la Obra del Cielos.